Alice abrió los ojos de par en par, casi saliéndose de sus órbitas, al verlo completamente desnudo, sin sentir vergüenza. Su mirada, fija en ella, era como la de un depredador a punto de devorar a su presa. Cooper no esperaba su primera vez de esta manera; claramente había fantaseado con Anderson, con casarse y hacer el amor apasionadamente. Pero ahora todo era una escena que le aceleraba el corazón y la respiración, como si le faltara el aire y no pudiera escapar de él.
—¡No me vayas a tocar, Damián! —intentó huir, pero él la tomó del brazo y la hizo acostarse de nuevo boca arriba. Sin darle tiempo de escape, se subió sobre ella.
—Desde que llegaste para ofrecer la alianza, vi tu mirada y sé que me deseas, Cooper. Pero así como lo haces con tu maldito amante, también lo harás conmigo. —Como una bestia, le rompió la camisa en dos, literalmente la desgarró, dejando al descubierto los hermosos pechos de Alice, de un tamaño perfecto, lo que aumentó el deseo de Damián. Posó sus manos sobre