—¿Por qué me odias tanto, Damian? ¿Qué te hice para que seas tan malo conmigo? —Su pregunta resuena en toda la habitación.
—¡Porque detesto estar casado! ¡Porque las malditas reglas familiares me han llevado a casarme contigo! —La señala—. ¡Porque no puedo vivir mi vida libremente en paz! ¡Eres un tormento en mi vida, Alice! —espetó, y ella se lleva la mano libre al pecho. Le duele, le arde el alma, se siente destrozada.
—¡Qué culpa tengo yo de tus estúpidos errores de inmadurez! En esta vida, al ser hijos herederos, debemos someternos a todo por la familia y la nueva generación. Así como yo lo he hecho al tener que casarme contigo —gritó con todas sus fuerzas—. ¡Con un monstruo como tú, Damian Anderson, que solo piensa en sí mismo y no en el daño que causa! ¡Al parecer gozas de verme sufrir! ¡Quiero irme! ¡No quiero verte más! —Se pone de pie, pero él no la deja ir, por lo que ella lo empuja con dureza y luego, con sus mejillas empapadas de lágrimas, con su rostro rojo de la ira y de