Carla estuvo atenta y, al ver la reacción de Alice, se acercó rápidamente y la tomó de la cintura. —Respire, señora —le pidió preocupada.
Las palabras del acosador resonaban en la mente de Alice; la amenaza sobre su madre la paralizó. La señora Anderson, al ver el estado de Alice, se apresuró a su lado, la preocupación marcando su rostro.
—¿Qué pasa, querida? ¿Quién era? —preguntó, intentando calmarla.
Alice no podía hablar, solo negaba con la cabeza, las lágrimas comenzaban a brotar. La señora Anderson la abrazó con fuerza, sintiendo el miedo que brotaba de la joven.
—Mi madre —alcanzó a decir—, mi madre, peligro —dijo porque se sentía ahogada, una fuerte presión se hizo presente en su pecho.
—¿Qué pasa con tu madre, querida? ¿Qué sucede? —La señora Anderson no entendía nada, pero Carla no perdió el tiempo, sacó su móvil para llamar a Miguel, quien le había dicho que la llamara si algo le pasaba a Alice.
Damián iba manejando furioso; el hecho de no poder actuar le causaba ira. —Es un