Capítulo 5. Una hada madrina moderna.

Con nuevas fuerzas, Tamara cogió el teléfono y marcó el número de la diseñadora que Joel le había enviado. Pidió que le enviara un nuevo enlace para ver los trajes disponibles y diez minutos después había escogido y ordenado que le trajeran tres vestidos sexys, nada recatados ni colores neutros como le gustaban a su esposo, así como cualquier otra opción que pudiera tener.

Tamara iba a elegir su propio traje y no iba a permitir que Joel tuviera nada que decir al respecto.

Tamara canceló a los otros profesionales y después de colgar el teléfono, Freya llamó a su estilista y maquilladora de confianza para que la ayudaran a prepararse.

Mientras esperaba la llegada de su ropa, Tamara comenzó a imaginarse cómo se vería en los nuevos vestidos que había elegido. Se sentía emocionada por la oportunidad de tomar el control de su propia imagen y estilo por una vez.

Incluso comenzó a considerar cortarse el cabello y cambiar su peinado para darle el estilo que le gustaba. Se preguntaba que iba a opinar su esposo cuando la viera, estaba ansiosa porque la observara, aunque en el fondo esperaba su reconocimiento.

Cuando llegaron los vestidos, Tamara se apresuró a probárselos. El primer vestido era un hermoso vestido rojo con escote pronunciado en la espalda y una abertura lateral que dejaba su muslo descubierto. El segundo era un vigoroso vestido negro con lentejuelas de corte alto y espalda descubierta y el tercero era un vestido ajustado de color púrpura oscuro que le quedaba como un guante.

Después de probarse los tres, Freya le dijo que el primero era el correcto.

Entretanto esperaba la llegada del estilista y maquilladores, Tamara se sentó en su cama y comenzó a pensar en cómo se había dejado influenciar tanto por Joel durante su matrimonio.

Recordó cómo había controlado cada aspecto de su vida, desde su carrera hasta su ropa, cómo se peinaba, lo que comía y cómo ella había cedido ante él cada vez.

Pero hoy era diferente. Hoy se sentía fuerte y decidida. Quería demostrarle a Joel que ella podía elegir su propia ropa y ser sexy y atrevida si así lo deseaba.

Cuando la estilista y maquilladora de Freya llegaron, Tamara les mostró los vestidos que había ordenado y el que escogió, es pidió que la ayudaran a elegir el maquillaje para ello.

Mientras trabajaban en su apariencia, Tamara comenzó a sentirse más confiada y lista para enfrentar a Joel.

Horas después, estuvo lista, Freya le entregó unos zapatos de tacón medio y un bolso a juego, luego la ayudó a ponerse unos pendientes y un collar de diamantes. Cuando la mujer se miró en el espejo, no pudo evitar sonreír. Casi ni se reconocía, había olvidado su verdadero rostro, lo hermosa que era y segura de sí misma, Se sentía como una diosa.

De pronto su teléfono repicó y se dio cuenta por la pantalla que se trataba de su esposo, ni siquiera la saludó, de inmediato le dio las órdenes como si fuera su empleada.

“No puedo buscarte, estoy ocupado, se me hizo tarde, toma un taxi y te vas al hotel donde se celebrará la fiesta. Le di las instrucciones a la secretaria para que te mandara a dar la entrada en la puerta, tomas asiento a penas entre y me esperas sentada, espero que no le estés sacando conversación a nadie, no llames la atención, allí estará la gente más poderosa… mantente en la sombra”, le dijo con firmeza sin siquiera permitirle hablar.

Freya, se quedó viendo la expresión de dolor de su amiga y se acercó a animarla.

—No te decaigas, yo buscaré una limusina, porque quiero que llegues a lo grande y llames la atención de todos, para que esa estúpida mierd4 se trague sus palabras… quiero que brilles como nunca —dijo Freya emocionada.

Enseguida marcó el número de una agencia de alquiler y en media hora, estaba la limusina en la puerta de la casa.

Cuando Tamara llegó a la fiesta, caminaba con elegancia, decidida a triunfar con su nuevo look. Las miradas de los presentes se posaban en ella con admiración y ella sentía que la energía que salía de ella era irresistible, mientras caminaba por la alfombra roja con su amiga.

Sin embargo, cuando llegó al lugar, estaba a punto de arruinar su plan cuando se encontró cara a cara con el guardia de seguridad.

—Lo siento —dijo el guardia—. Esta fiesta está limitada a invitados. ¿Tiene una invitación?

Ella afirmó.

—Sí, la secretaria de mi esposo Joel Prato, me la dejaría aquí —expresó y el guardia la miró con lástima.

—Todas dicen eso, solo para colarse en una fiesta que no está a su altura, porque creen que terminarán cazando a un millonario. Lo siento, pero no va a entrar, por favor retírese por propia voluntad, si no quiere que la mande a sacar de aquí.

El guarda de seguridad la empujó y justo, Tamara escuchó unos pasos detrás de ella y la voz ronca de un hombre mientras sentía unos brazos firmes sostenerla.

—La señorita viene conmigo ¿Hay algún problema? —preguntó mientras el rostro del guardia palidecía.

—Lo siento, señor Sebastini, no sabía que era su acompañante.

Cuando Tamara se dio vuelta para ver quién era el dueño de voz y se encontró con los ojos verdes que la habían cautivado esa mañana, era más alto, con una hermosa piel aceitunada y una complexión fuerte, estaba allí luciendo la sonrisa más sexy que había visto en su vida.

—¡Usted! —exclamó ella con un hilo de voz.

—Nos volvemos a encontrar, señorita y exactamente de la misma forma que la primera vez —pronunció y la voz del hombre tuvo el efecto en su cuerpo, a las de las cuerdas de un violín cuando son tocadas por un experto, quedándose casi sin aliento.

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