—Si bien acabábamos de ganar la guerra y los habíamos expulsado de las costas del Mar del Norte —continuó la reina—, los parias que huyeran hacia el oeste se movían en libertad hasta en el Bosque Rojo. Dispersarnos nos haría presa fácil de nuestros enemigos, y una vez más, había fuerza y seguridad en los números. Por eso tenía sentido que reconociéramos su autoridad y consideráramos a tu abuelo como nuestro Alfa.
—¿Más té, Majestad?
—Sí, por favor.
Volví a llenar su taza, alcanzándole la miel.
—La situación no había mejorado demasiado cuando murió tu abuelo. Éramos más, nuestro hogar estaba en condiciones de resistir un ataque o un sitio, tus tías y sus compañeros habían ocupado los valles vecinos. Por eso, cuando nombró a Fergal como