—¿Te sientes bien?
Risa asintió, forzando una sonrisa al dirigirme una mirada rápida. Pero la noté más pálida que de costumbre, y sus ojos parecían vidriosos, como si le costara hacer foco y ver lo que tenía adelante.
Por suerte estábamos a pocas horas de Rathcairn, y si no volvíamos a detenernos, llegaríamos allí al atardecer.
Allí, a buen resguardo del clima y con los niños bien cuidados y atendidos, podría ocuparme realmente de lo que le sucedía a mi pequeña. Confiaba que Ronda sabría ayudarme a hallar la forma de revertir lo que le había hecho Olena.
Perdido en mis cavilaciones, no advertí que mi semental se adelantaba un par de metros por la huella que mis hermanos y mis sobrinos nos abrieran. Avancé solo a la cabeza del grupo varios minutos, hasta que un bufido de Briga reclamó mi atenci&oacu