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Pasamos cuatro días en el bosque, y junto con nuestra boda y el nacimiento de Malec, los cuento entre los más felices de mi vida. Estar con los niños en su misma forma, participar de sus juegos, cuidar de ellos, cantarles cada noche para que se durmieran, me proporcionaba una alegría hasta entonces desconocida.

Cuando no estaba ocupado en sus asuntos de cuervo, Bardo se habituó a jugar con los cachorros, que lo adoraban. Nosotros reíamos viéndolo posarse en el lomo de Sheila y picotearle suavemente la cabeza antes de alzarse aleteando, sólo un metro en el aire, dejándola saltar para tratar de atraparlo. Entonces se posaba sobre otro de los cachorros y hacía lo mismo. O se dejaba seguir un trecho, para luego seguirlos él.

Briga, en tanto, pasaba la mayor parte del tiempo pastando a las orillas del arroyo. Encontró un lugar perfecto para darse baños de polvo y frotarse el lomo, y s

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