Asentí con una inspiración temblorosa.
—Comprendo. No te preocupes, Luna. Me marcharé adonde jamás puedan encontrarme —murmuré, obligándome a pronunciar cada palabra.
—¡Vaya tontería! —exclamó, genuinamente divertida—. En verdad eres perfecta para Mael. ¡Uno más melodramático que el otro!
Me quedé mirándola confundida. La reina meneó la cabeza resoplando y se inclinó hacia mí como si pudiera mirarme a los ojos.
—Para solucionar un problema, primero hay que descubrirlo, ¿no? ¿Acaso has olvidado lo que Tea te enseñó? —dijo—. Venga, toma uno de los viales.
Abrí el cofrecillo que Lenora trajera, idéntico a los que los lobos usaban para sus artículos de limpieza personal. En vez de lociones, contenía dos prolijas hileras de pequeñ