El golpe de aquellas palabras cayó sobre Logan como una daga al corazón. Sus ojos se abrieron con incredulidad, y sus labios temblaron al articular una sola pregunta:
—¿Cómo… cómo es posible eso?
La anciana se incorporó con esfuerzo, como si el peso de la verdad le hubiese consumido las fuerzas. Dio unos pasos hacia el centro de la habitación, con las manos temblorosas.
—Ella es mi hija —repitió con un hilo de voz—. En algún momento creí que su ambición era normal, que solo deseaba lo mejor para sí misma y… para ustedes. Pero no. —Su voz se quebró, y apretó los puños—. Ya no puedo negarlo, Logan. Fue Teresa quien ordenó matar a su propio hijo.
La mandíbula de Logan se tensó al instante, y se irguió de golpe, como si la sangre le hirviera en las venas.
—¡Eso no puede ser verdad! —rugió, con los ojos inyectados de furia—. ¡No puede ser! Jack era su adoración… Yo mismo la vi destrozada cuando supuestamente murió. Vi cómo se hundía, cómo lloraba… ¡No creo que hubiera querido matarlo!
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