Con cada paso hacia afuera, la oscuridad de Jack quedaba atrás, encerrada, impotente.
Jacop avanzó a toda prisa por el pasillo, siguiendo el rastro de Logan. El eco de sus pasos resonaba entre las paredes mientras veía la espalda firme de su alfa, ese hermano que tantas veces había luchado contra lo imposible. Logró alcanzarlo y, con la voz cargada de urgencia, soltó:
—¿Qué piensas hacer, Logan?
Logan se detuvo en seco y giró apenas el rostro, lo suficiente para que Jacop pudiera notar la tormenta en sus ojos. Había ira, dolor, pero también esa obstinación que lo caracterizaba.
—Por ahora… nada —respondió con un tono seco, tajante.
Jacop frunció el ceño y adelantó un par de pasos hasta colocarse frente a él.
—La anciana quiere verte.
El alfa apretó la mandíbula, como si aquello fuera un estorbo en su camino.
—Ahora no tengo tiempo para ella. Debo ir con Mía —dijo, girándose para seguir andando.
Jacop, con un gesto firme, lo tomó del hombro, obligándolo a detenerse otra vez.
—Hermano…