El murmullo elegante de la fiesta se quebró de golpe con aquella voz que resonó por los altavoces del salón.
—Buenas noches, damas y caballeros —anunció Jack, su tono cargado de ironía—. Acaba de llegar el entretenimiento.
Las cabezas se giraron al mismo tiempo hacia la entrada. El aire de sofisticación se volvió tenso, eléctrico, como si una tormenta invisible hubiese irrumpido en el lugar.
Logan, con el ceño fruncido y los ojos oscuros por la furia, apretó los dientes y respondió en voz baja, aunque cargada de veneno:
—¿Qué demonios haces aquí, Jack?
La sonrisa de su medio hermano se amplió mientras avanzaba, el eco de sus pasos reverberando con seguridad.
—Tranquilo, hermanito —dijo con fingida calma, levantando las manos en un gesto teatral—, no comas ansias. Es un gusto volver a ver a esa manada de chupa sangre.
Un silencio pesado envolvió el lugar. Varias copas tintinearon contra las mesas al ser depositadas con brusquedad.
Algunos socios humanos se miraron entre sí, desconcert