—No me perderán—le aseguré—. Así como tampoco perderán a su rey, si me obedecen y lo alejan de aquí, mientras yo me ocupo de los bárbaros.
—Nunca podría dejarla.
—Pues tendrá que hacerlo si quiere salvar a su rey—le dije al astil del fuego, incorporándome para caminar hacia él y tomarle las manos—. Confíe en mí. Soy una Édazon y puedo guiar a mis hombres. Ya ha visto como me responden cuando los llamo a luchar y podré resistir hasta que usted regrese.
Él volvió a negarse, sin embargo, el astil de la tierra estaba de acuerdo conmigo, así como Dízaol y él médico que se afanó en vendarme el brazo herido.
—Lleve al rey hasta la fortaleza de Enner y protéjalo.
—Escoltaré al rey y lo defenderé con mi vida, pero tendrá que permitirme regresar en cuanto su majestad esté a salvo—me pidió—. Soy el astil del fuego, señor de la guerra y no puedo estar junto al lecho de un herido mientras mis hombres permanecen en el campo de batalla.
—Comprendo—acepté—. Entonces el astil de la tierra tendrá que q