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Mis doncellas estaban petrificadas, y cuando la rubia quiso acercárseme, él la alejó, mostrándole los dientes. Controlé los nervios y alcé las armas improvisadas, entonces entendí que esta vez las órdenes no eran las de matarme, sino las de llevarme prisionera. Lo confirmé cuando la vista del bárbaro calló sobre los cortinados, como si quisiera atraparme con ellos y lo evité rodeándolos para quedar a solo unos pasos de la punta aguzada de su espada.

Me lanzó un puñetazo a la cabeza para dejarme inconsciente y que no me resistiera, mas logré patearlo en la rodilla. Inmediatamente retrocedió y me acuclillé en espera de su próximo ataque. Tenía que proteger mis flancos, así que descansé la bandeja contra mi cadera izquierda y alcé el candelabro con la derecha, sin perder detalle de sus movimientos.

Él era demasiado pesado y yo lo superaba en agilidad, pero con un solo golpe podría acabarme y temiendo a ello, comencé a desplazarme en círculos, lentamente, expectante. Por los ruidos en el
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