Blehien de Fraehen me ofreció oportunamente una copa y la tomé, deseosa de calmar con vino mi rabia, pero al apurar el contenido descubrí que se trataba de un jugo delicioso, muy dulce y fresco, al igual que la joven que me lo ofrecía. Quizás por su familiaridad con mi esposo, Blehien se sentía movida a compadecerme y por eso intervenía cuando lo creía necesario. Miré fijamente a la muchacha y supe que estaba en su naturaleza ser gentil y considerada, cosa que me tranquilizó porque si compartía esas mismas virtudes con su primo, no tenía motivos para temer.
—Su majestad deberá disfrutar de esta celebración en su honor y mañana habrá otra antes de…
Ella no continuó, guardó silencio de forma respetuosa y se apartó con un rubor muy gracioso en sus mejillas.
Ya tenía la respuesta que tanto ansiaba: no volvería a ver a mi esposo hasta la siguiente noche en la que tendríamos que consumar nuestro matrimonio. Suspiré, no pude evitarlo y me alegré de que el astil del fuego no estuviera allí pa