La noche de la infiltración llegó demasiado rápido. Dante se paró en el borde de las Tierras Salvajes, mirando las luces distantes de Luna Plateada. Su hogar. Su prisión. Pronto, su campo de batalla.
—¿Listo? —Luna preguntó, apretando su mano.
—No— Dante admitió. —Pero vamos de todos modos.
Zara había usado magia para disfrazar sus apariencias. Dante parecía un lobo común, cicatrices falsas cubriendo las reales. Luna y Aria parecían comerciantes itinerantes. Zara se volvió completamente invisible, solo una sombra.
—Recuerden el plan— Zara susurró. —Entran por las puertas comerciales. Samuel dejó pases falsos con el guardia corrupto. Directo a las mazmorras, liberan a Erik, salen por los túneles de drenaje.
—¿Y si algo sale mal? —Aria preguntó.
—Improvisen— Zara respondió. —Y peleen como demonios.
Comenzaron su aproximación. Las puertas comerciales estaban menos vigiladas que las principales, diseñadas para mercaderes que llegaban tarde. El guardia, sobornado por Samuel, apenas los mir