El silencio de la noche se había convertido en un enemigo para Helena. Recostada sobre la cama con dosel, observaba las sombras danzar en el techo mientras el pergamino descansaba sobre su pecho como un peso muerto. Aquel nombre escrito con tinta carmesí parecía palpitar con vida propia: Lilith.

La habitación que le habían asignado en la mansión del clan Blackwood era lujosa pero sofocante. Las paredes de piedra antigua parecían susurrar secretos, como si conocieran su linaje mucho antes que ella misma. Helena se incorporó, incapaz de conciliar el sueño. Su corazón latía desbocado, como si la sangre que corría por sus venas fuera demasiado espesa, demasiado antigua para su cuerpo mortal.

—Lilith —susurró, probando el nombre en sus labios.

Un escalofrío recorrió la habitación, apagando la única vela que iluminaba el espacio. Helena contuvo la respiración. No estaba sola.

En la biblioteca del ala este, Adrián se encontraba frente al druida Elian, un ser tan antiguo que su piel parecía p