5

El silencio entre ellos se había vuelto denso, casi palpable. Nerea observaba a Aleksei mientras él caminaba de un lado a otro en la pequeña sala de estar de su apartamento. La luz del atardecer se filtraba por las ventanas, proyectando sombras alargadas que parecían danzar con cada movimiento del hombre.

"¿Vas a decirme de una vez qué está pasando?" preguntó Nerea, su voz más firme de lo que esperaba. "Llevas media hora dando vueltas como un animal enjaulado."

Aleksei se detuvo y la miró fijamente. Sus ojos, aquellos ojos imposiblemente ámbar, brillaban con una intensidad que la hizo estremecer.

"Lo que voy a mostrarte cambiará todo lo que crees saber sobre ti misma," dijo finalmente. "Y sobre tu familia."

Se acercó a la mochila de cuero que había traído consigo y extrajo un objeto envuelto en tela oscura. Con reverencia, lo colocó sobre la mesa de centro y retiró la tela, revelando un libro antiguo. La cubierta era de un cuero oscuro, agrietado por el tiempo, con símbolos grabados que Nerea no reconocía.

"El Libro de los Lazos," anunció Aleksei. "Ha estado en posesión de mi clan durante más de ochocientos años."

Nerea se acercó con cautela. "¿Qué tiene que ver un libro antiguo conmigo?"

"Todo." Aleksei abrió el libro con cuidado. Las páginas amarillentas crujieron bajo sus dedos. "Este libro contiene profecías, historias y secretos que han guiado a mi gente durante siglos."

Pasó varias páginas hasta detenerse en una ilustración que hizo que el corazón de Nerea se detuviera por un instante. Era un rostro dibujado con tinta sepia, un rostro que, a pesar de la antigüedad del dibujo, era inconfundiblemente el suyo.

"Esto... esto no es posible," susurró, sintiendo que el aire abandonaba sus pulmones. "Este libro tiene siglos de antigüedad."

"Ochocientos años, para ser exactos," confirmó Aleksei. "Y sin embargo, ahí estás tú."

Nerea tocó la página con dedos temblorosos. El parecido era aterrador: sus mismos ojos grandes, la forma de su rostro, incluso el lunar que tenía junto a la comisura de los labios.

"La profecía habla de una mujer nacida bajo la luna de sangre, con el poder de liberar o destruir al Alfa Supremo," continuó Aleksei. "Una mujer cuya sangre contiene la llave."

"Mi sangre," murmuró Nerea, recordando sus palabras anteriores.

"Tu sangre no es completamente humana, Nerea. Nunca lo ha sido."

Ella levantó la mirada, confundida. "¿Qué quieres decir?"

"Eres híbrida. Parte licántropo, parte... algo más. Algo que ni siquiera nosotros comprendemos del todo."

Nerea se levantó de golpe, alejándose del libro como si quemara. "Esto es absurdo. Yo soy humana. Mi familia es humana."

"¿Estás segura?" preguntó Aleksei con suavidad. "¿Nunca te has preguntado por qué las mujeres de tu familia desaparecen? ¿Por qué precisamente a los veinticinco años, bajo la luna llena?"

Las palabras golpearon a Nerea como un puñetazo físico. Imágenes de su infancia destellaron en su mente: su madre llorando frente a la foto de la abuela; las historias susurradas sobre tías y primas que "se fueron"; el miedo constante en los ojos de su madre cada vez que se acercaba su cumpleaños.

"Es un ritual," continuó Aleksei. "Un sacrificio. Pero no como tú crees. No desaparecen... se transforman. O al menos, deberían hacerlo."

"¿Transformarse en qué?"

"En lo que realmente son. Pero algo ha estado interfiriendo con el proceso durante generaciones. Alguien ha estado cazándolas antes de que puedan completar la transición."

Nerea se dejó caer en el sofá, abrumada. "¿Quién?"

"Los Cazadores de Sangre. Un clan rival que ha jurado destruir cualquier posibilidad de que el Alfa Supremo regrese. Y ahora que estamos tan cerca, que tú estás tan cerca de tu transformación, vendrán con todo lo que tienen."

Aleksei se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre las suyas. El contacto envió una corriente eléctrica por todo su cuerpo.

"Necesito llevarte a mi territorio, Nerea. Necesito entrenarte, protegerte. Si te quedas aquí, morirás como todas las demás."

"¿Por qué debería confiar en ti?" preguntó, aunque una parte de ella ya conocía la respuesta.

"Porque soy el único que puede mantenerte con vida. Y porque..." Hizo una pausa, como si las palabras le costaran. "Porque hay algo entre nosotros que ni siquiera yo puedo explicar. Lo sientes también, ¿verdad?"

Nerea no respondió, pero no hacía falta. Ambos sabían la verdad.

El sonido de cristal rompiéndose los sobresaltó. Aleksei se puso de pie de un salto, colocándose instintivamente entre Nerea y la ventana ahora destrozada.

Una figura oscura saltó al interior del apartamento. La luz plateada de una pistola brilló en la penumbra.

"Aléjate de ella, bestia," ordenó una voz masculina.

"¡No!" gritó Nerea, pero era demasiado tarde.

El disparo resonó en el pequeño espacio. Aleksei se tambaleó hacia atrás, su camisa oscureciéndose rápidamente con sangre. Sus ojos se volvieron completamente dorados, su rostro contorsionándose en una expresión de furia animal.

Ante los ojos horrorizados de Nerea, Aleksei comenzó a transformarse. Su cuerpo se expandió, rasgando la ropa. Pelo oscuro brotó de su piel mientras sus facciones se alargaban en un hocico lleno de colmillos afilados.

El cazador levantó nuevamente su arma, pero el lobo que ahora era Aleksei fue más rápido. De un salto, derribó al intruso, mandíbulas abiertas, listo para desgarrar.

"¡Aleksei, no!" gritó Nerea.

El lobo se detuvo, sus ojos dorados encontrándose con los de ella. Por un momento, vio al hombre dentro de la bestia, luchando por mantener el control.

Y en ese instante, Nerea supo que nada volvería a ser igual.

  

  

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