El amanecer llegó sin permiso, dorando las hojas húmedas del bosque como si el mundo ignorara que algo había cambiado.
Kael dormía profundamente, el cuerpo aún dolorido por la prueba. Pero su respiración era tranquila. Pacífica. Como si, por fin, después de años de huida y dolor, pudiera descansar sin mirar sobre su hombro.Lía lo observaba desde el umbral de la cabaña, con los brazos cruzados y el alma en guerra.Todo en ella había cambiado.Ya no se sentía humana. Tampoco loba.Era… otra cosa.La prueba de Kael la había marcado a ella también. Cuando gritó su nombre, cuando sus ojos se cruzaron, algo dentro de ella se rompió y se reconstruyó. Ahora, sentía el latido de la tierra bajo sus pies. Las raíces. El movimiento del viento. El lenguaje de los árboles. Todo era más nítido, más salvaje.Y su cicatriz… no era solo una marca.Ahora ardía con propósito.—No puedo seguir huyendo de lo que soy —susurró.Ese día,