Capítulo 46: El Juramento del Viento

El amanecer llegó con un viento inusual que no venía de ningún punto cardinal. No era frío ni cálido. Era un aliento antiguo, cargado de presagios. En la cima de la colina donde la manada había erigido su círculo de protección, Lía sintió ese viento en su nuca como un susurro que la obligaba a girar.

El niño estaba allí, solo, de pie, mirando al cielo con los brazos abiertos. Pequeños vórtices de aire giraban a su alrededor, levantando hojas y cenizas. No parecía asustado. Tampoco lo controlaba. Pero el viento le obedecía.

Kael llegó corriendo. Al ver la escena, se detuvo en seco.

—¿Está… invocando algo?

—No —susurró Lía—. Está escuchando. Como si… entendiera el idioma del viento.

Una voz surgió de él, clara, firme, como si un eco de siglos hablara a través de su garganta:

—El primero de los juramentos ha sido activado. La sangre llama al aire. El aire llama a la verdad.

Luego cayó de rodillas. El viento cesó.
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