El sol apenas se asomaba sobre los riscos del sur cuando Lía despertó sobresaltada. La brisa traía consigo un murmullo que no era viento. Era un llamado. Una advertencia. Un nombre que su alma conocía, pero que su mente aún no alcanzaba a comprender: Elenor.
El niño dormía junto a ella, envuelto en mantas tejidas con runas protectoras. Su rostro, plácido, ocultaba el torbellino que era su existencia. Desde que había llegado, nada era igual. La magia parecía gravitar a su alrededor, respondiendo a sus emociones. Las plantas florecían a su paso, los animales lo seguían en silencio, y los sueños se llenaban de símbolos desconocidos.Lía se incorporó. El niño se removió y murmuró algo en un idioma extinto. Ella lo cubrió con más cuidado. Luego, salió de la tienda. El campamento estaba en calma tensa. Sabían que algo se acercaba. Que la presencia que los vigilaba ya no era solo una amenaza lejana, sino una fuerza en marcha.A lo lejos, Kael entrenaba con Ithren