Capítulo 29: El Heraldo de los Caídos

La luna se alzó como una herida abierta en el cielo. No brillaba: sangraba. Un rojo oscuro la cubría como un presagio, y los aullidos que resonaban desde el este ya no eran naturales. Algo se acercaba.

La manada de Piedra había reforzado su perímetro con runas protectoras y guardias en turnos dobles. Pero ni la magia ancestral ni las garras más filosas podían prepararlos para lo que estaba por venir.

Desde el horizonte, una tormenta de sombras se levantó sin nubes. Era como si la oscuridad caminara por sí misma, cruzando las colinas con la cadencia de una marea negra. Y en el centro de esa tormenta, el Heraldo.

No tenía rostro, solo una máscara tallada en piedra oscura. De su espalda colgaban fragmentos de hueso y plumas de cuervo. Sus manos, largas como cuchillas, brillaban con símbolos sangrientos. A cada paso, la hierba se moría, y los árboles lloraban savia.

—Es él —dijo Savra, empuñando su bastón con fuerza—. El Heraldo del Nombre Perdido. El que abre el camino para la destrucció
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