— Darian, déjame ir ahora mismo o te juro por Dios que… —grité, con la voz quebrada por la rabia y el miedo.
Él ladeó la cabeza con una sonrisa torcida, burlona.
— ¿Que qué, Nyra? ¿Qué vas a hacer? ¿Acabar con mi vida? ¿Arrancarme el rostro? ¿Quemarme vivo, como la última vez? —Su voz era un susurro venenoso que se deslizaba por la habitación como una serpiente.
Rió. Una carcajada baja, sin alma, que me heló la sangre.
— ¿No quieres saber cómo escapé? —Se acercó con pasos lentos, felinos, hasta quedar a solo centímetros de mí—. Oh, vamos, me apuesto cualquier cosa a que te mueres por saber cómo logré salir vivo de aquel infierno.
— ¡Déjame iiiir! —solté con desesperación, tirando de las ataduras que cortaban mi piel.
— ¡Puedes gritar todo lo que quieras! —bramó, su voz rebotando en las paredes con una fuerza aterradora—. ¡Nadie va a oírteeee!
Mi cuerpo temblaba, pero me negué a soltar una lágrima. Por dentro estaba rota, aterrorizada, pero no iba a darle el gusto de verme débil. No o