—¿C…cómo? —balbuceé, con la voz cargada de rabia. La ira en mi interior crepitaba como una hoguera descontrolada, avivada por cada palabra, cada mentira revelada. Superaba con creces al miedo que intentaba abrirse paso en mi pecho.
—Nyra... —murmuró Selyna, dando un paso hacia mí. Sus movimientos eran lentos, casi felinos, como si temiera asustarme aún más. Su voz intentaba calmarme, pero ya era demasiado tarde para eso.
—Toda esa charla sobre Alan siendo un traidor... —jadeé, sintiendo que el aire me quemaba por dentro—. Toda esa historia sobre tú siendo la víctima... ¡eran mentiras! ¡Dios mío! ¿Cómo pude ser tan... tan estúpida?
Retrocedí unos pasos, sin quitarles los ojos de encima. Una carcajada amarga escapó de mi garganta mientras sonreía, no con alegría, sino con una mezcla de desesperación e incredulidad. La risa de alguien que ha sido engañada una vez más.
—Déjame hablar a solas con ella —dijo Darian con voz baja, casi un susurro, pero cargado de una amenaza implícita que me