Capítulo 74.
—Mamá… ¿de verdad es necesario traerlo así?— pregunté consternada una vez más.
—Mucho —contestó ella, con ese tono que no dejaba lugar a discusión. Miraba de reojo hacia su espalda, donde el lobo blanco viajaba atado como si fuera un costal rebelde.
El pobre lobo blanco no dijo nada. Llevaba las patas atadas y, aunque se veía digno a su manera, estaba claro que se sentía humillado. No luchaba, no se quejaba, simplemente miraba resignado hacia un costado del camino, como si prefiriera no recordar que lo estaban cargando de esa forma. Mamá había decidido que ese sería su castigo: no tanto el dolor físico, sino el orgullo herido.
Cuando salí de la cabaña sintiéndome un poco mejor, mis padres ya estaban listos para partir. El lobo blanco parecía haberse llevado una paliza, aunque la verdad es que apenas había podido esquivar los ataques de mamá.
Según Zayn me explicó mientras lo subían al lomo de mamá en ese estado, mis padres fueron directo con el lobo blanco después de que yo despertar