Capítulo 51.

La reconocí de inmediato.

El alivio me golpeó antes de que el instinto de ataque pudiera siquiera despertar.

No conocía todos los detalles ya que mamá gruñía cada vez que preguntaba por qué papá la llamaba de dorma extraña, pero el resto de la manada la llamaba por su nombre.

—Danira… —murmuré, y mi cuerpo decidió por mí.

La transformación fue tan brusca que el aire se me escapó de los pulmones; huesos que crujían, piel que ardía.

Me enderecé sobre dos piernas, mareada por el cambio repentino.

Nunca había pasado de loba a humana tan rápido, pero sacudí la sensación como quien se quita una telaraña.

—Soy yo, Danira —logré decir con una sonrisa temblorosa—. ¿Dónde estamos?

La loba abrió los ojos como si acabara de ver un fantasma.

—L–los Supremos… jodidamente aterradores, todos ustedes —tartamudeó, y metió las garras visiblemente alterada.

Luego, sin dejar de mirarme, alzó la cabeza y soltó un grito que me hizo tapar mis oídos.

No recordaba que gritara tan fuerte.
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