Capítulo 37.
Y los humanos aún dudaban.
Todos esos segundos de inseguridad se resolvieron rápidamente cuando Zayn salió de entre los árboles y se plantó a mi lado. Su respiración era fuerte, su postura desafiante.
—Yo también soy hijo de los Supremos —dijo con voz grave, resonante—. Si la quieren a ella, me tendrán a mí también. Llévennos a los dos.
Los hombres se quedaron mirándonos, midiendo cada palabra, cada gesto. El silencio se estiró como una cuerda a punto de romperse.
Yo casi hice una mueca. No por lo que decía, sino por la furia evidente en su mirada. Sus ojos oscuros ardían y, aunque se mantenía firme, podía sentir cómo me fulminaba en secreto. Estaba furioso conmigo, y no hacía falta que me lo dijera.
Ya veríamos ese tema después… si sobrevivíamos.
Dos hombres salieron de entre los árboles, sus armas raras apuntando directo a mi pecho y al de Zayn. Estaban hechos de madera, cuerda y un extraño mecanismo que lanzaba hierro con un silbido mortal.
—Acérquense —ordenó uno d