Capítulo 100.
Me quedé recargada contra la puerta del baño, los brazos cruzados y la frente fruncida.
El vapor todavía salía por las rendijas y el sonido del agua apagaba un poco los pensamientos que no quería tener.
Aun así, no podía dejar de pensar en todo lo que mamá me había contado unos minutos antes.
—Así que... también llegaron hasta la manada del tío Gail —repetí, sin moverme.
Del otro lado, mamá suspiró
—Sí. Cuando llegamos, la batalla ya casi había terminado —respondió—. Tu tío y los suyos resistieron bien, pero los humanos iban mejor armados que la última vez.
Cerré los ojos. Me mordí el labio inferior con fuerza.
—¿Y él? ¿El tío?
—Estaba bien, a pesar de todo —Hubo una breve pausa—. Ya estaba interrogando a uno de los humanos.
Eso me hizo abrir los ojos.
—¿Interrogando?
—Sí. —El tono de mamá bajó—. El hombre confesó que alguien les entregó información precisa sobre las rutas, las defensas y los puntos de vigilancia de varias manadas.
Me enderecé, sintiendo cómo el estómago se me apretab