Capítulo 35.
Bib permaneció en silencio. Su mandíbula se tensaba y relajaba, como si dentro de sí librara una batalla contra cada palabra que yo había dicho.
—Un escondite secreto —murmuró al fin—. ¿Y si lo que prometes no existe?
Sentí que la sangre se me helaba, pero apreté los dientes.
—Entonces nos atraparán... y moriremos igual —respondí, casi con un susurro.
Bib me sostuvo la mirada, y por un instante sentí que iba a rechazar la idea. Finalmente, soltó un resoplido y apartó la vista.
—Muy bien. Que así sea.
Un murmullo de sorpresa recorrió a las lobas y los ancianos. Bib levantó la mano, imponiendo orden con un gesto firme.
—Se preparan ahora mismo. No hagan ruido. Carguen a los más pequeños y no se separen. El primero que pierda la calma pone en riesgo a todos.
Los ancianos comenzaron a acomodarse junto a Bib, resignados a su papel de escudo, mientras las lobas apretaban a los cachorros contra sus cuerpos, temblando de miedo pero dispuestas a obedecer.
Bart se acercó a m