Lobo Blanco Parte IV.
Cualquiera podría darse cuenta de que estaba enojada.
La había llevado cerca del lugar en el que retenían a Liam, y ni siquiera intentó esperar una oportunidad.
Apenas reconoció el sitio, se lanzó contra ellos como una tormenta desatada. Corrió sin titubeos, sin miedo, con la furia pintada en cada músculo.
Los humanos abrieron fuego, pero ella esquivaba con una precisión que rozaba lo imposible. Sus movimientos eran puro instinto, pura rabia asesina. Yo avancé detrás, preparado para cubrirla, aunque la verdad era que apenas necesitaba ayuda: cada paso suyo se llevaba por delante la resistencia humana como si fueran nada.
Aun así, no pude evitar gruñir bajo.
Ella llegó hasta la primera línea de humanos como un relámpago. Su puño se estrelló contra la mandíbula del más cercano con un chasquido seco que lo mandó al suelo. No se detuvo: giró sobre sí misma y su pierna impactó en el pecho de otro con tal fuerza que lo levantó del suelo antes de estrellarlo contra un árbol.
Un