Clara
Rowan y Edward hablaban con Nicholas. Planes, rutas, vehículos, escoltas. Yo apenas los escuchaba. Cada palabra me parecía un ruido lejano.
Lo que sí escuchaba, con una claridad que me helaba la sangre, era la voz.
—"No confíes en ellos."
Mi espalda se tensó.
—"Todos los lobos te han lastimado, Clara. No eres una de ellos. Nunca lo fuiste."
Apreté los dientes, cerrando los puños a mis lados. Quería ignorarla, pero era imposible.
—"Míralos…" —la voz siseó—. "Hacen planes como si tú fueras parte de ellos, pero en cuanto ese Alfa se aburra de ti, volverán a dejarte en el olvido, rota… y sangrando. Tal como antes."
—"¡Basta!" —grité por dentro, ahogando el sonido contra mis labios sellados.
Rowan giró hacia mí un segundo, con esos ojos que eran mi ancla, y forzó una sonrisa suave. Yo fingí devolverla. Pero por dentro estaba desgarrándome.
La voz no se detenía.
—"¿Acaso no recuerdas las marcas en tu espalda? ¿Las cadenas en tus muñecas? ¿Las veces que te escupieron por ser diferente?