Rowan
Caminábamos hacia el sur, con Clara a mi lado, Edward y Roxie unos pasos detrás. No era un viaje largo hasta la manada de Nicholas, pero cada minuto se sentía eterno.
Clara no había dicho mucho. Desde que la recuperé, su silencio tenía peso, como si cada palabra que callaba se hundiera en su pecho. Su mirada iba siempre hacia adelante, pero yo notaba el leve temblor de sus dedos cuando los entrelazaba con los míos.
—¿Estás bien? —le pregunté en voz baja.
Me miró apenas un segundo, esos ojos brillantes de dos colores que siempre habían sido mi faro. Pero había algo distinto. No miedo. No dolor. Algo más profundo: un resentimiento callado, un recuerdo que no me incluía a mí, sino a los míos.
Lo sabía.
Sabía que todo lo que mi manada le había hecho seguía vivo en su memoria, marcándola más que cualquier cicatriz. Y aunque yo estaba ahí, dispuesto a arrancarles la garganta a cada uno por ella, no podía borrar su pasado.
—Estoy aquí —murmuré, apretando un poco más su mano.
Ella no re