Clara
Me sentía incómoda.
Mucho.
Beta Edward caminaba a mi lado como si escoltara a una reina.
Espalda recta, traje impecable, mirada fría pero respetuosa.
Y yo… con la bufanda ajustada al cuello y las manos sudadas apretando los bordes de mi abrigo como si fueran un escudo.
No quería estar ahí, no era nada personal, solo quería volver a sentirme invisible.
Pero cuando intenté escabullirme, las vi.
Mara y Vanessa.
De pie, a lo lejos, como dos buitres negros esperando a su presa. Mara sonreía con esa falsa dulzura que siempre me helaba los huesos. Vanessa solo me miraba… como si ya supiera mil y una formas de torturarme.
Así que me obligué a seguir caminando junto al Beta.
Ahora estábamos en una tienda elegante del centro, un lugar al que jamás me habrían dejado entrar en otras circunstancias.
Y aunque mi reflejo en los espejos me decía que no pertenecía ahí, él no parecía notarlo.
—No se preocupe por el costo, Luna —dijo con voz baja, sin mirarme directamente, como si supiera que eso