Clara
Era tan fácil perderse en la profundidad de sus ojos.
En ese amor que proyectaba sin decirlo. Desde su postura, hasta sus gestos, desde la forma en que me miraba, hasta cómo me hablaba…
Me tenía hipnotizada.
No entendía cómo podía cargar tanto dolor y aun así sostenerme con tanta delicadeza.
—¿Puedo…? —dijo en un susurro, extendiendo lentamente los brazos—. Tuve un día muy difícil… solo necesito sentirte.
Miré a mi alrededor.
Edward ya no estaba.
La casa entera parecía respirar en silencio.
Solo estábamos Rowan y yo. Y algo en mí, a pesar del miedo, de la confusión, de la marca… dijo que sí.
Di un paso.
Él me recibió como si llevara toda la vida esperando ese momento.
El abrazo fue distinto a cualquier otro. No fue invasivo ni posesivo. Fue como entrar en un lugar que me reconocía. Donde podía soltarme.
Ser yo misma.
Su pecho se movía lento contra el mío. Sus brazos me envolvieron con una fuerza medida, pero firme, como si no quisiera romperme.
La conexión fue instantánea.
La te