Lucian volvió a mirar hacia donde Lena había entrado, y por un momento pensé que iba a seguirla. Pero luego apretó la mandíbula, respiró hondo y se quedó quieto.
Lo observé en silencio.
Mis hermanos estaban agotados. El sudor les bajaba por los brazos. Leo tenía un rasguño cerca de la mandíbula. Reyk se había torcido dos dedos y aun así seguía haciendo chistes. Deerk masajeaba su pierna como si quisiera convencerla de funcionar como antes.
Y Eiden…
Eiden observaba a todos, no solo a mí. Tenía esa mirada evaluadora, de soldado, de hombre que calculaba riesgos incluso cuando parecía relajado.
Reyk levantó una ceja.
—¿Entonces hoy tampoco entrenas tú, Lana?
—Estoy embarazada —respondí—. ¿Quieres que pierda al bebé en tu entrenamiento salvaje? Por que asi es como se comportan ustedes 5, como puros salvajes.
Él negó con la cabeza.
—Solo digo que deberías moverte un poco. No cargar cajas, pero caminar. Mantenerte activa. Le ahrá bien a tu cuerpo.
Leo intervino:
—Déjala tranquila, Reyk. A