El silencio cayó como un golpe seco.
Leo me miraba como si no acabara de procesarlo.
Reyk apretó los labios.
Eiden bajó la mirada.
Yo sentí que el aire se me acababa.
—Sí —dije al fin—. Estoy embarazada. Es lo que hay. No soy una niña, ya no. Y francamente, con todo lo que ha pasado, esto es lo menor por lo que debemos preocuparnos.
Como si fuera la cosa más normal del mundo.
Reyk dio un paso hacia mí.
—¿Desde cuándo lo sabes?—Sus ojos chispeaban, pero no maldijo.
Y lo agradecia.
Siempre he tenido una cierta debilidad por los gritos, por las ofensas, me alteran y hacen llorar antes de que mi orgullo evite que las lagrimas bajen.
—Hace unas horas —respondí—. Lena lo confirmó añoche en realidad.
Leo frunció el ceño.
—¿Y pensabas decirlo cuándo? ¿En el funeral de alguno de nosotros?—preguntó—¿O es que estas esperando que padre reviva de entre los muertos para decirlo?
Me reí.
Fue una risa fea, rota, sin humor.
Pero la expresión de Reyk todo preocupado y Eiden aun sin hablar ni pi