Desperté con la luz entrando por la ventana. El cuarto estaba en silencio. Eiden estaba acostado conmigo, un brazo sobre mi cintura. Sus ojos estaban abiertos. No parecía haber dormido mucho.
Me moví para acomodarme y él retiró su brazo, solo un poco.
Yo si que habia dormido. Descansado. Mucho en realidad. Mi corazón ya noe staba acelerado.
—Dormiste un rato —dijo.—Me alegro.
Asentí. La sábana estaba arrugada. Habíamos hecho el amor, dos veces. Era algo insaciable lo que sentía dentro de mi. Le necesitaba demasiado, aunque no lo dijera en voz alta. No dije nada todavía. La habitación estaba tranquila, y por unos segundos pensé en no romper esa calma.
Eiden inhaló y habló él primero.
—Dijiste que quieres volver a la mansión.
Lo dijo directo, sin suavizarlo.
Me incorporé un poco.
—Sí —respondí.—Y tu dejaste bastante claro que me considerabas loca por siqueira pensarlo.
Él se sentó, apoyando la espalda en la cabecera.
—Es meterte en la boca del lobo —dijo—. Sin guardias. Sin protección