El salón comunal de Brumavelo no era lujoso, pero había sido cuidadosamente preparado para la cena de cortesía. Las mesas estaban adornadas con ramas de ciprés, jarras de barro bien pulidas, y telas bordadas a mano con el emblema de la aldea: una loba de mirada fiera.
Darien fue el primero en llegar. Había elegido su atuendo con esmero. Una capa negra con detalles en plata, camisa de lino oscuro entallada al cuerpo, botas pulidas hasta brillar y un broche de obsidiana en forma de lobo en su pecho. A pesar del dolor en su brazo, su porte era impecable.
Los presentes se pusieron en pie al verlo entrar. Caminó hasta su lugar, asignado según protocolo, a la izquierda del anfitrión de la aldea, con su consejero Orien a su lado.
Entonces ella entró.
Aeryn descendió los peldaños del salón con la cabeza en alto. Llevaba un vestido rojo escarlata de tela fluida, ceñido a la cintura y con detalles bordados en hilos dorados que dibujaban runas antiguas. Su mechón plateado relucía entre su la