Cuatro días habían pasado desde el funeral de Joldar. Cuatro días en los que Darien había sido consumido por las reuniones interminables del consejo, las decisiones que debían tomarse para asegurar su futuro como Alfa, y las miradas calculadoras de los miembros de la manada que lo observaban a cada paso. El peso de la responsabilidad era aplastante, pero lo que más lo atormentaba no era la sucesión, sino la soledad que lo acompañaba en cada momento.Por fin, la oportunidad llegó. Nadie lo vio salir de las salas del consejo, y ningún miembro de la manada sospechó que había dejado sus deberes para finalmente ir a la Torre. La máscara que había usado frente a todos durante días, esa cara impasible de Alfa que debía ser fuerte y calculador, se desmoronó tan pronto como vio la puerta de la Torre cerrarse tras él.Aeryn estaba allí, detrás de esas paredes que la mantenían alejada de él. La torre, fría y silenciosa, había sido su prisión, pero también el lugar donde ambos, en secreto, podían
Al amanecer cuando ya sabian que su burbuja de amor debia de estallar, el silencio de la habitación se llenó de una tensión renovada cuando Darien, aun acostado sobre las sábanas, giró su rostro hacia Aeryn. La oscuridad de la noche iba desapareciendo, y la luz tenue del sol hacia su entrada, proyectando sombras que danzaban sobre las paredes. Darien había estado pensativo durante un momento, su mente a mil por hora, procesando todo lo que sucedía alrededor de ellos.Aeryn, sin apartar la vista de él, intuyó que las preguntas aún pesaban sobre su corazón, aunque el cansancio parecía dominarla. Había tenido una sensación de alivio cuando estuvo cerca de él, pero sabía que las decisiones más difíciles aún estaban por venir.—En tres días será mi ritual —dijo Darien finalmente, su tono grave pero no sin un dejo de determinación. Sabía que la coronación era inminente, y aunque su corazón aún no estaba completamente preparado, el deber no podía esperar. —El consejo ya ha dado su visto buen
El salón del consejo estaba impregnado de una tensión palpable, como si cada palabra que se dijera pudiera desatar una tormenta. Aldrik, sentado en su asiento elevado, observaba en silencio a los miembros del consejo. Algunos mantenían la mirada firme, otros intercambiaban susurrantes miradas de duda, pero todos estaban pendientes del mismo asunto: el futuro de la manada, y con ello, el nombramiento de Aeryn como Luna de Lobrenhart.Aldrik sabía que el vínculo destinado entre Darien y Aeryn no era solo un asunto de amor. Había algo más profundo y peligroso en ese vínculo, algo que aún no comprendían completamente. Y lo más grave: Aeryn pertenecía al linaje Ignarossa, el mismo que él había intentado extinguir hace más de dos décadas. Su existencia representaba no solo una amenaza política, sino también una verdad enterrada que no debía salir a la luz .Sabía que no podía romper el vínculo directamente. Solo uno de los dos podía repudiarlo, y hasta ahora, Aeryn había resistido cada prov
Aeryn despertó con el cuerpo enredado entre las sábanas de lino oscuro, sola. Un leve dolor delicioso se expandía desde sus caderas hasta los muslos, recordándole de forma vívida la manera en que Darien la había reclamado la noche anterior. Su piel aún parecía arder con el eco de sus caricias, sus manos firmes sujetándola mientras la llevaba al borde una y otra vez. Había algo salvaje en cómo la besó en la última embestida, murmurando su nombre como una plegaria y llenándola con su esencia cálida y profunda.Cerró los ojos un segundo más, y un flash de la noche la estremeció: Darien jadeando contra su cuello, sus colmillos rozando la curva de su clavícula, justo antes de penetrarla con fuerza y un gruñido posesivo.—Eres mía… Luna mía —le había dicho, y ella, rendida, solo pudo aferrarse a su espalda mientras el placer la desbordaba.Al incorporarse, el frescor del amanecer le acarició la piel. Notó una hoja de papel sobre la mesa del desayuno. La tomó entre sus dedos aún tibios:“Me
La ceremonia comenzó con el acto de ascensión del nuevo Alfa. A medida que los ultimos rayos del sol bañaban la explanada sagrada de Lobrenhart, los ancianos formaron un círculo cerrado alrededor de Darien. Portaban cálices con agua de luna y polvo de ceniza ancestral, símbolos de purificación y renacimiento.Uno a uno, los consejeros pronunciaron los nombres de los antiguos Alfas que habían liderado la manada antes que él, y colocaron sobre sus hombros la capa de mando, tejida con hilos de luna y cuero de lobo negro. Luego, el anciano Lhoran, el más antiguo entre ellos, tomó la corona de obsidiana forjada por los fuegos del monte Varekh y la colocó sobre la frente de Darien.—Hoy, ante la Luna y el legado de nuestros ancestros, proclamamos a Darien Lobrenhart, hijo de Joldar, como Alfa legítimo de Lobrenhart —declaró con voz firme.Los tambores retumbaron con fuerza. Un aullido se elevó entre la manada, una señal de reconocimiento, de aceptación.Darien se arrodilló brevemente, cerra
La noche había caído sobre la manada de Lobrenhart. Los festejos por la ascensión de Darien a Alfa habían llegado a su fin, y la manada se retiraba poco a poco, dejando atrás el eco de la música y los cantos. El aire se había enfriado, pero la pasión del día aún ardía en el ambiente.Darien caminaba a paso firme hacia sus aposentos, con Aeryn a su lado. Aunque había estado junto a él todo el tiempo, Aeryn no podía evitar sentirse extraña. Los rituales, las condiciones, el collar que aún la ataba... todo eso la consumía. Pero, al estar con Darien, algo en su interior le decía que podía liberarse, aunque fuera por un momento.Cuando llegaron a la puerta de sus aposentos del Alfa y la Luna, Darien la miró a los ojos con una intensidad que solo él podía transmitir.—Es hora de quitarte esto —dijo, señalando el collar de Nareth que aún rodeaba su cuello. La suavidad de su voz contrastaba con la fuerza de su mirada.Aeryn no dijo nada, solo asintió, sintiendo una ola de alivio al pensar que
El sol comenzaba a filtrarse suavemente a través de las cortinas, bañando la habitación con una luz dorada que parecía prometer un nuevo comienzo. Darien despertó lentamente, su cuerpo pesado, pero reconociendo que el aire a su alrededor estaba impregnado de una calma que hacía tiempo no sentía. El primer día como Alfa y Luna. Aún no podía creer que todo lo que había sucedido los últimos días los hubiera llevado a este momento, y mucho menos que, a pesar de todo el caos, había encontrado a alguien que compartía su destino. Aeryn. A su lado, Aeryn descansaba tranquila, su respiración calmada y profunda, como si estuviera en paz por fin. El cabello rojo de Aeryn caía sobre la almohada, esparcido como una brillante corona. La suavidad de su piel, su presencia, todo parecía invadirlo con un tipo de poder que no solo se asociaba con lo físico, sino con algo más. Algo más profundo.Darien la observó en silencio, sintiendo la calidez de su cuerpo junto al suyo. Había sido un encuentro salva
Luego de una mañana tranquila, en la que ambos se tomaron un desayuno juntos, disfrutando de la calma que les proporcionaba el inicio de su jornada, Darien y Aeryn se prepararon para enfrentar la realidad que los esperaba. El día estaba por comenzar oficialmente, y con él, su primer consejo juntos como Alfa y Luna. Aeryn se ajustó el vestido sencillo pero elegante que había elegido para la ocasión. La tela de su vestido, de un tono plateado que reflejaba la luz del día, caía suavemente sobre su cuerpo, resaltando su figura con gracia, pero de manera discreta. Su cabello estaba recogido en un elegante peinado que no restaba protagonismo a la intensidad de sus ojos, que reflejaban una calma tensa, sabedora de lo que estaba por suceder. El collar de Nareth, que es simbolo de una prisión para ella, seguía siendo un recordatorio silencioso de la situación que aún debían manejar. Lo tenía la carga