Capítulo 98. Raíces en la herida
El vuelo de París a Bogotá aterrizó al amanecer. En el avión, nadie había dormido realmente. Alejandro pasó casi toda la travesía en silencio, los brazos cruzados, mirando la ventanilla como si pudiera controlar el mundo desde allí. Valentina se mantuvo junto a Iris, abrazándola cuando las turbulencias sacudían la aeronave. Camilo revisaba mensajes de contactos, con la ansiedad de quien nunca se desconecta de la estrategia. Renata repasaba en su mente las próximas audiencias y llamadas, consciente de que el caso no terminaría con el cadáver del Arconte.
Pero todo giraba en torno a Iris.
Ella llevaba la mirada perdida, con los ojos hinchados de no dormir. El rostro, pálido. El cuerpo, más delgado tras las semanas de encierro. Sus manos jugaban con el borde de la manta del avión, un gesto mecánico, como si necesitara algo físico que la anclara.
Cuando la azafata anunció la llegada a El Dorado, Alejandro tomó aire por primera vez en horas.
—Ya estamos en casa —dijo, más para sí que para