Capítulo 97. El fin del monstruo.
La tarde caía con una tormenta implacable sobre Bogotá. El agua golpeaba las tejas y los vidrios con violencia, como si la ciudad entera quisiera limpiar la sangre que corría en sus sombras.
Julián caminaba bajo el aguacero con el cuello de la chaqueta levantado, las manos en los bolsillos. Había insistido en salir solo, a pesar de las advertencias de Emilia.
—No puedes confiar en nadie, hijo —le había dicho ella antes de que cruzara la puerta.
—Precisamente por eso debo moverme —respondió él, con los ojos fijos en la calle—. Si me quedo quieto, me encuentran más fácil.
La lluvia le cubría el rostro, pero no lograba apagar la tensión que lo dominaba desde hacía días. Sabía que el Arconte había ordenado su muerte. Lo intuía en cada sombra, en cada moto que pasaba demasiado despacio, en cada mirada que se quedaba fija en él más de lo necesario.
No sabía que, en ese mismo instante, al otro lado del mundo, se decidía la suerte de su enemigo.
---
En su mansión, Eloísa Restrepo observaba a