Capítulo 59. Las sombras nunca mueren
La tarde era serena, pero en el despacho privado de Emilia Rivas, la paz siempre tenía fecha de caducidad. Sobre su escritorio había una carta con una caligrafía inconfundible. Un sobre beige, sin remitente, pero con un sello en el reverso: una letra “L” dibujada con tinta roja.
Emilia la sostuvo entre sus dedos durante varios segundos, antes de abrirla. El aroma a papel antiguo la hizo estremecer.
> “Querida Emilia,
Sé que para ti ya soy un fantasma. Y quizá lo sea. He visto demasiado, he traicionado demasiado, y en este momento, estoy pagando cada error en la sombra. Te doy las gracias por no rendirte, por pelear incluso cuando el mundo quiso destruirte. Pero escucha bien lo que voy a decirte: los monstruos nunca mueren. Solo mutan.
No te confíes de las victorias rápidas. Lo que tú llamas justicia, para otros solo es una pausa. He escuchado nombres nuevos, planes que no estaban en el tablero. Hay alguien más… alguien más grande que Eloísa y Serrano juntos.
Te envío una lista de empr