Capítulo 54. La traición final.
El reloj del salón principal de Castaño Ltda. marcaba las seis de la tarde. Afuera, la lluvia golpeaba los ventanales con una furia constante, como si el cielo quisiera anunciar lo que estaba por suceder. Emilia Rivas estaba de pie, sola, con una copa de vino en la mano, observando las luces de Bogotá desde el piso veinte. Había pasado los últimos días lidiando con la prensa, con la fiscal Antonia Rivas y con las repercusiones del debate en el Congreso. Pero nada la preparó para lo que estaba a punto de escuchar.
El sonido de unos pasos detrás de ella la obligó a girarse.
Esteban Castaño.
Estaba allí, vestido con un traje oscuro, como si nunca hubiera desaparecido. Su presencia llenó la sala con una frialdad incómoda.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Emilia, sin esconder el asco en su voz.
—Vengo a reclamar lo que es mío —respondió él, caminando lentamente hacia la mesa de juntas—. Todo esto… la empresa, el nombre de la familia… Tú lo manchaste. Tú lo robaste cuando Mauro murió.
Emilia se