Capítulo 26. La reina mueve ficha.
Eloísa siempre había tenido una rutina infalible para calmar el caos.
Levantarse antes del amanecer, tomar su café negro sin azúcar, leer los titulares impresos en papel, jamás en pantalla, y escuchar a Bach en bajo volumen mientras planeaba su día como una guerra elegante. Pero aquella mañana, el aire olía distinto.
No a derrota. A traición.
Leonor había salido la noche anterior sin despedirse. No era inusual, pero tampoco habitual. Eloísa lo notó. Como notaba el cambio mínimo en la temperatura de su té o la demora de dos segundos en una respuesta. Había aprendido a leer el mundo como una coreografía exacta, y cuando algo desafinaba, lo sentía en la piel.
—¿Dónde está Márquez? —preguntó, sin levantar la voz.
El joven asistente —nuevo, eficiente, silencioso— parpadeó.
—No ha regresado desde anoche, señora. Dijo que tenía un compromiso con su familia.
Eloísa sonrió levemente. Falsa.
—Ella no tiene familia.
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A las 9:17 a.m., recibió una llamada desde una línea no registrada. Contestó