Iván Guerrero estaba acostumbrado a los silencios.

Los del deber, los de la estrategia… y los que nacen cuando la culpa se convierte en método.

Pero ese silencio, el que rodeaba la habitación donde Leonor Márquez intentaba dormir desde hacía tres días, era distinto. Era un silencio espeso, de los que esconden algo debajo de las paredes, como si la traición misma respirara entre los muros.

—¿Te sientes segura aquí? —preguntó, sin apartar la vista de la ventana.

Leonor lo miró desde el sofá, envuelta en una manta gris que no le quitaba el temblor de los dedos.

—Segura no me he sentido desde que empecé a trabajar para ella.

—Eloísa.

Leonor asintió, con una risa amarga.

—Desde el primer día supe que no era una jefa… era una reina. De esas que siembran miedo y lealtad con la misma facilidad.

Iván se acercó a la pequeña mesa de la habitación, donde tenía montada una laptop con acceso restringido y un celular encriptado. En la pantalla, una señal en rojo parpadeaba.

—¿Te comunicaste con algu