Había elegido mi camino, y con Camila en el ático, las cosas empezaban a sentirse reales. Esa noche, después de otra sesión intensa con ella —sus gemidos aún frescos en mi memoria—, decidí que necesitaba un respiro. No solo por el estrés de los negocios, sino para enfocarme en nosotros. Valdés Empresas podía sobrevivir sin mí una semana; Richard se encargaría de lo esencial. Llamé a Elena y le di instrucciones claras: cancelar todo, preparar el jet para un viaje sorpresa. Quería mostrarle a Camila que no era solo un hombre de contratos y reuniones. Quería que viera al Leonardo que podía relajarse, disfrutar, y quizás, enamorarse de verdad.
A la mañana siguiente, me desperté temprano, pero no me moví. Camila dormía a mi lado, su cabello rojo esparcido sobre la almohada, su respiración tranquila. La observé un rato, sintiendo una calidez que no era solo física. Cuando abrió los ojos, le sonreí.
—Buenos días, Cherry. ¿Lista para una sorpresa?
Ella parpadeó, confundida.
—¿Sorpresa? ¿Qué h