Enmudeció de golpe al verlo entrar. Otras tantas veces deseó tenerlo de frete, sin embargo ahora su presencia le producía pavor.
— ¿ Qué haces aquí? — Se levantó de su escritorio, y lo empujó hacia la puerta por la que había entrado.
— He venido a ayudarte.
— No necesito tu ayuda.
— Mírate, estás temblando. — Dairon la tomó por os hombros dejando de lado todos los renocores, conmovido por verla tan delgada y pálida. — Me han entregado a tu hijo,¿ vas a intentar decirme de nuevo que estás bien?
— Estoy bien, solo necesito que lo cuides por un tiempo. Contigo estará mejor. Él te quiere, y sé que aunque me odies tú también lo quieres.
— Yo no te odio.
Tomó su mano en las suyas.
— Ven conmigo por favor. No sé que está pasando pero no es nada bueno.
— No puedo. — Mara bajó la vista, intentando ocultar las lágrimas.
— ¿ Este hombre es algo para ti? ¿ Tiens alguna relación con que te ate a él?
— No. Le temo. — sollozaba
— Entonces sí puedes, solo depende de ti. El coche está afuer