La esposa y la salvadora

Apenas abrió los ojos, su primer pensamiento fue para él.

— Dairon… — Susurró intentando sentarse en la cama.

— Shh… tómeselo con calma — La palma áspera del comisario se posó sobre su pecho obligándola a recostarse. — Tiene usted suerte de que la encontrara, aquella dichosa cabaña está bien profundo en el bosque. Yo mismo tuve problemas para hallarla y no creo que hubiese sobrevivido otra madrugada dando tumbos entre los árboles, arrastrando el peso muerto que llevaba consigo.

— Dairon… ¿ Está m…muer…to— volvió a decir Alice y sintió ahora más profunda la punzada del dolor en su barbilla.

— No. Está bien… lo tienen en una habitación al final del pasillo.

Los ojos de la chica se iluminaron.

— ¿ Está despierto?

— Aún no. Dicen los médicos que perdió demasiada sangre, pero no morirá. Al menos es algo .

— Tengo que verlo.

El comisario señaló al suero que llevaba en el brazo.

— Está usted severamente deshidratada. Además, él no está solo y no creo que…

Alice apretó los diente
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