Margaret llamó a la puerta con un toque débil. Insistió varias veces. Ya se marchaba cuando se abrió la puerta a sus espaldas.
— Buenos días.
Reconoció su voz de inmediato. Se giró y allí estaba. Se echó sobre él, abrazándolo con fuerza.
— Pensé que te había pasado algo horrible — Susurró entre sollozos.
Dairon no la abrazaba de vuelta. Se separó de él y notó entocnes en su rostro una mirada diferente.
— ¿ Qué haces aquí hijo? ¿ Estás bien?
— Él me advirtió que gente como usted vendría. Que intentaría engañarme y aprovecharse de mí.
— ¿ Qué dices Dairon? ¿ Qué te ha pasado?
— Debería sentir vergüenza de dejarse manipular de tal manera por seres tan ruines y despreciables.
— ¿ De qué hablas? No estás bien hijo. Todo esto fue un error. Vámonos a casa.
Lo tomó de la mano intentando halarlo hacia el coche, pero él dió un paso atrás.
— Por respeto a su edad y su condición de mujer he de pedirle que se vaya de aquí sin mayores consecuencias.
— Dairon me estás asustando —. Margaret