— Sigo soñando con ella.
— ¿ Qué dices ? — preguntó Vásquez atragantándose con el trozo de carne que devoraba.
— Bueno, creo que es ella, no puedo estar seguro. Es una chica hermosa. De cabello largo y ojos brillantes. Me sonríe vestida de novia, como si esperara por mí en el altar, pero nunca soy capaz de alcanzarla.
— Sabrá Dios el desorden que tiene tu mente como para andar soñando semejantes tonterías.
— El caso es, amigo mío, que cuando sueño con ella despierto con el pecho adolorido. Las manos me tiemblan y tengo los ojos llenos de lágrimas.
— Esa es la parte de ti que recuerda la traición. Que recuerda el dolor por el que esa perra te ha hecho pasar.
— No estoy tan seguro. Se siente como si fuese algo tan puro. Casi como si las lágrimas fueran de felicidad absoluta.
— ¡ Tonterías! Confía en mí que estuve allí. No amas a esa estúpida y nunca fuiste feliz con ella.
Vásquez se levantó arrastrando su silla. Alcanzó la encimera de la cocina y presentó delante de Dairon un bo