—Ven conmigo, no hables si no hace falta y por favor, no dejes que Nate te saque de quicio —imploré, mirándolo fijamente a los ojos.
Nos encontrábamos en la manada, luego de pasar toda la tarde conversando en el despacho de Maggie. Hablar con Elliot de todo y de nada fue algo muy liberador, como si toda mi vida lo fuese necesitado. Liberador, único y mágico. Encajamos desde el primer momento, como si nunca nos hubiésemos separado.
Mi loba estaba feliz, la podía escuchar hacerle algunas preguntas a mi mellizo, sin importarle si no se suponía que pudiera intervenir tanto. Los vampiros aún me buscaban, a pesar del acuerdo. No descansarían hasta hacerme pagar con sangre, aunque no supiera la razón. Sí, habían tenido líos con mis padres, pero me costaba creer que solo por eso debían buscarme por más de diez años después.
—No debe ser tan malo —replicó. Era de sonrisa fácil y carácter ameno, pero cuando se enojaba... lo mejor era no estar cerca.
—Oh, créeme que lo es—murmuré abriendo la pue